Último álbum hasta la fecha del guitarrista de Nueva Jersey, despúes de un largo paréntesis discográfico.
Su música conforma una posible e imaginada banda sonora para comedias televisivas, películas románticas o spaghetti-westerns, creando sus propias historias visuales y estados de ánimo, sin caer en la banalidad o la música para ascensores.
Se pueden oír ecos de la música de Henry Mancini, Ennio Morricone y Mark Isham (compositor de las bandas sonoras para las películas de Alan Rudolph en los años 80). Sin embargo, el álbum no es únicamente un homenaje a la música del pasado, sino que explora un territorio que suena a la vez conocido y extraño, siempre original, y que acaba instalándose en el subconsciente.
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