El nuevo disco de Magik Markers, titulado “Balf Quarry”, pisa con seguridad. Si en su anterior álbum Boss demostraban dominio sobre las lecciones aprendidas de Sonic Youth y la no-wave neoyorkina, ahora quieren ser ellos los maestros de generaciones futuras. No hacía falta, Boss ya va perfilándose como uno de los discazos de guitarras de la década, una implosión de furia controlada que da sopas con hondas a la mayoría de nuevos cachorros del ruido blanco americano. Por su parte, Balf Quarry abre con dos temazos que conducen su pasado hacia el blues pantanoso y hacia formatos de canción casi, casi normales.
Magik Markers quedaron reducidos a un dúo después de la marcha de su bajista Leah Quimby antes de grabar su álbum más aclamado hasta el momento, el anteriormente citado “Boss”. Paradójicamente, esta pérdida les hizo evolucionar en su sonido y alcanzar su cumbre creativa y la aclamación de público y crítica. Personalmente, les vi en directo en Castellón, hace un par de años o tres, en el festival Tanned Tin, y protagonizaron uno de los conciertos más arriesgados y excitantes de todo el fin de semana, aunque ciertamente no agradaron a todo el mundo. La guitarrista Elisa Ambrogio tocó una sola nota durante todo el concierto, repetida una y otra vez con distinto énfasis y entonación. Su salida a escena fue espectacular, con un vestido rojo corto y ceñido y unos tacones altísimos, mientras que su larga melena le tapaba totalmente el rostro. El batería Pete Nolan acompañaba esta lección de minimalismo con una gran versatilidad y un transistor de radio que era parte del fondo percusivo. Una imagen y un sonido que permanecen en la memoria de quienes los han presenciado.
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