Vamos a pasar ahora a la casa de la mugre sónica, el sello Crypt, que en 1983 lanzaba el primer volumen de la serie “Back from the grave”, subtitulado Rockin’ 1966 Punkers, y dedicado como el resto de las entregas a desenterrar, nunca mejor dicho, lo más fétido de la producción rock-garajera de la década de los 60.
Estas cochambrosas viñetas del delirio hormonal adolescente de los 60 sirvieron de inspiración no sólo musical, sino estética, para toda una hornada de bandas que durante los 80 y 90 inundaron las colecciones de discos de los aficionados más incondicionales del garaje-rock, una secta que sigue pululando incansable allá donde haya buen y auténtico rock’n’roll.
Amantes del fuzz y los aullidos de ultratumba, estos eslabones perdidos entre el protopunk, el rockabilly, el surf y el ritmanblús más desenfrenado y descerebrado, quedarán para siempre como rodajas mitológicas para toda una generación.
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