

Este primer album de The Paupers les situaba en el terreno de un folk-rock suavemente psicodélico que recuerda a bandas como The Byrds y los primeros Buffalo Springfield, pero sobre todo puede compararse a los Beau Brummels de su magnífico disco “Bradley’s Barn”.
Sin embargo, a partir de este momento las cosas comenzaron a torcerse para The Paupers. Su primer punto débil es que no consiguieron crear un sonido propio que les identificara como banda y que les hiciera ser inmediatamente reconocibles por el público. Tampoco consiguieron capturar su sonido de directo, que les había hecho ganar notoriedad. Y por último, aunque su debut era un buen disco, no contenía singles de éxito, por lo que las ventas fueron modestas.
Sin embargo, a partir de este momento las cosas comenzaron a torcerse para The Paupers. Su primer punto débil es que no consiguieron crear un sonido propio que les identificara como banda y que les hiciera ser inmediatamente reconocibles por el público. Tampoco consiguieron capturar su sonido de directo, que les había hecho ganar notoriedad. Y por último, aunque su debut era un buen disco, no contenía singles de éxito, por lo que las ventas fueron modestas.
The Paupers llegaron a grabar un segundo álbum titulado “Ellis Island”, que aunque menos consistente que su debut, es más arriesgado y diverso, incluyendo cortes que se acercan al country-rock y otros más exploratorios en los que se dejan llevar por sus influencias jazzísticas y demostrando su gran pericia instrumental.

La mayor parte de culpa se le puede achacar al bajista Denny Gerrard, el miembro más carismático de The Paupers, que llegó ese día a la actuación demasiado colocado de ácido y speed, por lo que apenas podía tocar su desafinado instrumento. A ello se sumó un pésimo sonido, debido a un fallo técnico en los amplificadores de los dos guitarristas. El balance final de su actuación fue desastroso, por lo que no recibieron ninguna crítica positiva, perdiendo la oportunidad de convertirse en la próxima sensación. Se lo habían jugado todo a una carta y había perdido.
Después de Monterrey, ya nada volvió a ser lo mismo, los miembros de la banda presentían que su momento había pasado, y Albert Grossman, su mánager, perdió todo su interés por el grupo, abandonándolos a su suerte. Cuando su segundo disco salió a la venta, The Paupers ya no confiaban en sí mismos y finalmente decidieron separar sus caminos.
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