miércoles, 27 de octubre de 2010

Historia de The Rolling Stones

A finales del mes de octubre de 1962, Dick Taylor abandona el grupo, por lo que los jóvenes Rolling Stones se ven obligados a tocar durante un tiempo sin bajista o con relevos temporales como Ricky Fenson y Colin Golding.
Entre el 6 y el 30 de noviembre del mismo año, realizan 12 conciertos, en el club Ealing y en South Oxhey, y el primero en la sala Studio 51 de Londres, el pub Red Lion en Sutton, Surrey, y en el club Piccadilly Jazz de Londres.

Mick Jagger recuerda cómo aprendió a tocar la harmónica, instrumento esencial del blues:
“Soy un admirador de Little Walter, pero no puedo recordar con exactitud cuándo empecé a tocar la harmónica. En los primeros tiempos, había obviamente un aspecto competitivo entre Brian y yo, de la misma forma que Keith y Brian competían en la guitarra.
En primer lugar, entendí que tenías que tener un montón de harmónicas en diferentes tonos, lo cual era muy caro. Tenías que tenerlas porque si no, estabas muy limitado. Y también necesitabas lengüetas, porque se rompían con frecuencia y muchas veces estaban muy mal hechas. Después quería saber cómo se tocaba la harmónica, pero Cyril Davies se negó a enseñarme. Así que le observé todo el tiempo. Solía charlar con él y al final terminé cayéndole bien. Pero la harmónica no es un instrumento fácil de enseñar, no es como el piano, que tú estás ahí sentado y te dicen, mira, Mick, así es como tienes que tocar, pon los dedos aquí. Con la harmónica tú no puedes realmente mostrar a alguien lo que tiene que hacer en su boca…
Estoy seguro de que hay libros y tutoriales que puedes comprar, pero lo que yo hice fue sentarme con mi única harmónica y escuchar los discos de Jimmy Reed, que convenientemente sólo toca en un par de tonos, así que solamente había dos o tres variaciones. Así es cómo aprendí realmente a tocar, siguiendo los discos de Jimmy Reed”.


Para terminar, Brian Jones recuerda aquellos primeros y difíciles tiempos de la formación de la banda:
“Recuerdo una larga conversación que tuvimos los tres, Mick, Keith y yo, con un disco de Muddy Waters de fondo. Pensábamos en nuestros padres, en los esfuerzos que tenían que hacer para darnos un hogar y una buena educación. Nos preguntábamos si estábamos haciendo lo correcto al no intentar conseguir un buen trabajo y si no debíamos olvidar esa locura de la música.
Normalmente Mick llevaba el peso de la discusión. Decía que teníamos que luchar por lo que creíamos. Nosotros teníamos esa especie de obsesión por hacer que el R&B llegase a un público más amplio en Inglaterra. Queríamos que nuestros ídolos fuesen venerados por todo el mundo. No teníamos dinero para comprar un cartel y anunciarlo en las calles, pero si lo hubiéramos tenido, eso es lo que hubieras hecho.
Así que teníamos que pensar mucho. Suponte que fracasamos. Suponte que no conseguimos nada con la música. Eso sería lo peor que nos podría pasar, ¿y qué? ¿acaso importa mucho? Al menos lo habríamos intentado. Habríamos dejado lo mejor de nosotros mismos y no tendríamos nada de lo que lamentarnos en el futuro, cuando estuviéramos trabajando en oficinas y casados y viviendo en las afueras de alguna ciudad.
Pero si no lo intentábamos de verdad, acabaríamos lamentándolo toda la vida, sin saber lo buenos que podríamos haber sido. Y entendimos que toda una vida de lamentaciones, de darle vueltas a lo que podríamos haber conseguido, simplemente no nos gustaría”.

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